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LA FUGA DE SAN CRISTÓBAL

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El 22 de mayo de 1938, en plena guerra civil española, 795 presos republicanos del penal de San Cristóbal en Pamplona consiguieron escapar de una de las prisiones más inexpugnables del mundo en la que sobrevivían en condiciones inhumanas. El hacinamiento, el frío y la humedad, el hambre extrema, la falta de higiene y la enfermedad conducían a los hombres de manera inexorable hacia la muerte y la conocida como  fuga de San Cristóbal  no fue sino el resultado de la desesperación de los casi tres mil hombres que aquel día abarrotaban la prisión.         Este es el hecho central de una novela a cuyos protagonistas conocemos en plena juventud en los años anteriores al inicio de la guerra civil, ajenos a lo que el destino les tenía reservado, y que se prolonga hasta el final de sus días. 

EL PENAL DE SAN CRISTÓBAL

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Arquitectónicamente, el fuerte de San Cristóbal es una construcción ciclópea y singular excavada en la cima del monte Ezcaba, en las proximidades de Pamplona. Pensada para albergar a una reducida guarnición defensiva en las guerras carlistas, al ser transformada en prisión llegaron a hacinarse entre sus muros casi tres mil hombres, guarnición militar aparte. Puerta de acceso al penal, con el rótulo de Fuerte de Alfonso XII en el frontispicio. El ambiente dentro del penal era opresivo. Las pocas zonas destinadas al paseo estaban rodeadas de altos muros que apenas dejaban entrar los rayos del sol. Los presos pasaban años sin ver del exterior más que un rectángulo de cielo, pocas veces azul en la húmeda Pamplona, encima de sus cabezas. Los presos ocupaban galerías como esta, conocidas como "brigadas". En cada una de sus secciones se hacinaban cincuenta hombres que a duras penas tenían espacio para tumbarse en el suelo. En cada una de las brigadas hacían la vida quinientos homb...