EL PENAL DE SAN CRISTÓBAL

Arquitectónicamente, el fuerte de San Cristóbal es una construcción ciclópea y singular excavada en la cima del monte Ezcaba, en las proximidades de Pamplona.

Pensada para albergar a una reducida guarnición defensiva en las guerras carlistas, al ser transformada en prisión llegaron a hacinarse entre sus muros casi tres mil hombres, guarnición militar aparte.




Puerta de acceso al penal, con el rótulo de Fuerte de Alfonso XII en el frontispicio.



El ambiente dentro del penal era opresivo. Las pocas zonas destinadas al paseo estaban rodeadas de altos muros que apenas dejaban entrar los rayos del sol. Los presos pasaban años sin ver del exterior más que un rectángulo de cielo, pocas veces azul en la húmeda Pamplona, encima de sus cabezas.



Los presos ocupaban galerías como esta, conocidas como "brigadas". En cada una de sus secciones se hacinaban cincuenta hombres que a duras penas tenían espacio para tumbarse en el suelo. En cada una de las brigadas hacían la vida quinientos hombres, con tres retretes y sin duchas. Las ventanas carecían de cristales, por lo que entraba el viento, la lluvia y la nieve.

La más terrible de todas era la 1ª Brigada, ubicada en el sótano del edificio, con pequeños tragaluces sin cristal a la altura del suelo del patio. Sus muros lindaban con los aljibes y el agua se filtraba e inundaba el suelo donde los hombres dormían sin colchones, provistos tan solo de una manta. En tales condiciones, las enfermedades se cebaban en los presos: sarna, piojos y enfermedades respiratorias como la tuberculosis, que diezmaba a la población reclusa.